De Buenos Aires- Argentina

Escribo únicamente por gusto y placer. Coleccionista de libros y buena música. Amante de las tardes lluviosas de invierno. Manija 24/7. Impulsiva. Apasionada. Sueño mucho y en grande. Viajar para renovarse. Improvisada siempre. Todo es un planazo


jueves, 6 de marzo de 2014

Sin la soledad, el amor no permanecerá mucho tiempo a tu lado. Porque también el amor necesita reposo, de modo que pueda viajar por los cielos y manifestarse de otras formas.
Sin la soledad, ninguna planta o animal sobrevive, ninguna tierra es productiva por mucho tiempo, ningún niño puede aprender sobre la vida, ningún artista consigue crear, ningún trabajo puede crecer y transformarse.
La soledad no es la ausencia de amor, sino su complemento. La soledad no es la ausencia de compañía, sino el momento en que nuestra alma tiene la libertad de conversar con nosotros y ayudarnos a decidir sobre nuestras vidas.
Por lo tanto, benditos sean aquellos que no temen a la soledad. Que no se asustan con la propia compañía, que no se desesperan buscando algo en qué ocuparse, divertirse o qué juzgar. Porque quien nunca está solo ya no se conoce a sí mismo. Y quien no se conoce a sí mismo comienza a temer el vacío.
Pero el vacío no existe. Un mundo gigantesco se oculta en nuestra alma, esperando ser descubierto. Está ahí, con su fuerza intacta, pero es tan nuevo y tan perfecto que tenemos miedo de aceptar su existencia. Porque el hecho de descubrir quiénes somos nos obliga a aceptar que podemos ir mucho más lejos de lo que estamos acostumbrados. Y por eso nos asusta. Mejor no arriesgar tanto, ya que siempre podemos decir: -''No hice lo que tenía que hacer, porque no me dejaron''.
Es más cómodo. Es más seguro. Y, al mismo tiempo es renunciar a la propia vida.
¡Ay de quienes prefieren pasar la vida diciendo: -''No tuve oportunidad''!
Porque cada día se hundirán un poco más en sus propios límites, y llegará el momento en que no tendrán fuerzas para escapar de ellos y encontrar de nuevo la luz que brilla por la abertura que existe sobre sus cabezas.
Y benditos los que dicen: -''Yo no tengo el valor''. Porque ellos entienden que la culpa no es de los demás. Y tarde o temprano encontrarán la fe necesaria para enfrentar la soledad y sus misterios.
Y, para aquellos que no se dejan asustar por la soledad que revela los misterios, todo tendrá un sabor diferente.
En soledad, descubrirán el amor que podría llegar inadvertido. En soledad, entenderán y respetarán el amor que se marchó.
En soledad, ellos sabrán decidir si vale la pena pedirle que vuelva, o si deben permitir que ambos sigan un nuevo camino.
En soledad, aprenderán que decir no es siempre una falta de generosidad, y que decir no es siempre una virtud.
Y aquellos que están solos en este momento, jamás se dejen asustar por las palabras del demonio que dice: . O por las palabras, todavía más poderosas, del jefe de los demonios: .
Y aquellos que se sienten oprimidos por la soledad necesitan recordar que en los momentos más importantes de la vida siempre estaremos solos.

(Así como el amor en la condición divina, la soledad es la condición humana. Y ambos conviven sin conflictos para quienes entienden el milagro de la vida.)

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