De Buenos Aires- Argentina

Escribo únicamente por gusto y placer. Coleccionista de libros y buena música. Amante de las tardes lluviosas de invierno. Manija 24/7. Impulsiva. Apasionada. Sueño mucho y en grande. Viajar para renovarse. Improvisada siempre. Todo es un planazo


martes, 22 de agosto de 2023

Libre o nada.

 Hoy me senté a escribir sobre nosotros indirectamente. Me propuse escribir sobre las relaciones de pareja. Sobre la necesidad de la confianza mutua, de la sinceridad y la importancia de la palabra. De contar lo que nos pasa, de escuchar lo que le pasa a la otra parte. Escribí sobre la pasión, sobre el amor, sobre el paso del tiempo: las cosquillas que sentía. Ojo, no es que ya no me emocione verte, pero es distinto. Nosotros estamos distintos. Cambiamos físicamente, pero también cambiamos por dentro. Ninguno es lo que era antes de conocernos. A las generaciones anteriores a las nuestras, la idea de divorciarse les hacía mucho más ruido que a las generaciones actuales. Ante este panorama, de chica prometí nunca jamás casarme, ni formar una pareja. Iba a vivir sola. Tanto sufrimiento y separaciones me habían hecho creer que el amor sólo existía en las novelas mexicanas. Tendría unos 10 años. Crecí escuchando la afirmación de que formar una familia era parte de nuestros mandatos y deberes como personas. Cuando una es mujer, ese mandato se hace más fuerte. Ya no sólo es formar una familia, sino parirla: estar atenta a la limpieza de la casa, a los estados de ánimo de cada uno de los habitantes y sobre todo, a nuestra pareja. Sí, este párrafo parece traído del pasado, pero lo cierto es que sigue siendo bien actual. Crecí escuchando la historia de la media naranja, de la familia tipo y los príncipes azules. Si me dejaba llevar por mi enojo ante los fracasos del amor, me iba a inclinar a una vida solitaria. Si me dejaba llevar por los mandatos sociales, iba a formar pareja con quien más o menos se adecuara a mis gustos y ahí se iba a acabar toda la cuestión. No importa que la otra persona me comprenda y me quiera, importa que encaje en los parámetros sociales. Por suerte, no me incliné por ningún extremo y decidí forjar mi propio camino. Buscar yo misma esa receta que me permita ser feliz (que a fin de cuentas es lo único que importa, ¿no?). Después te conocí a vos. ¡Vamos! Nadie daba ni 10 centavos por nuestra relación, ni siquiera yo. Agrego, me siento muy afortunada de que esto haya ocurrido. Amor, pasión y relación estable son las tres vértices de un triángulo amoroso que la sociedad se encargó de trillar. En los tiempos que corren, la vida pasa por lo inmediato: donde todo es fugaz, donde todo es tener y poseer, y sobre todo, donde todo se muestra. En estos tiempos pensar en cultivar una pareja, en el crecimiento individual y la paciencia mutua parece algo tirado de los pelos. Hoy, (casi) todo es motivo de pelea, de desconfianza, de celos y de violencia.
Años atrás, las peleas de pareja también existían, pero el factor social/moral y la inexistencia del divorcio hacían que la separación sólo fuera en el plano emocional. Actualmente, las parejas van y vienen. Están y no están, se quieren y se detestan y ya nadie se detiene a pensar en el “amor para toda la vida”. El amor hoy parece ser un bien más de consumo. Úselo y tírelo, y al primer malentendido uno ya cambia su estado en Facebook. La oferta de parejas virtuales hace que todo esto sea mucho más volátil. Ya no importa comprender y escuchar al otro. El amor perdió profundidad. Ya no se trata de lazos ni de proyectos. Y eso se reduce a que cada día somos y estamos más individualizados. El sistema lo logró. Penetró tanto en nuestra psique que ya no se trata de escuchar, compartir y proyectar. Vivimos en la era del amor virtual, pura exposición. ¿Te das cuenta de la gravedad de eso?. Es cierto que la idea de amor eterno puede abrumar. Pero lo cierto es que por relación de pareja solemos imaginarnos cosas muy distintas. Desde la época de Platón el amor ocupó un lugar existencial en la historia de la Humanidad. Y hoy en día siguen sin existir fórmulas para amar y ser amado. Sí, hay aplicaciones que te ayudan a buscar a tu pareja ideal, pero, ¿será cierto? La verdad es que el amor para siempre sólo como una pantalla al exterior es tristísimo. ¿Sabes la cantidad de parejas que siguen juntas sólo porque se creyeron el cuento del amor eterno hasta que la muerte los separe? Si no hubiese nada de todo esto, nadie tendría que escribir “10 consejos para mantener tu relación” o “Tips para ser una pareja apasionada” o peor aún, “5 claves para sobrevivir al matrimonio”. Y qué de la pasión. Acaso el amor se resume netamente al plano sexual. ¿Por qué una conversación no puede suponer algo del romanticismo? Me da la impresión de que en el amor ya está todo inventado. O al menos, dicho. Y lo cierto es que cada persona vive el amor de una manera distinta. Actualmente, muchas parejas se rompen porque la pasión no es la misma que en los primeros meses de relación, pero, ¿es ese un motivo válido de separación? Que distinto sería si uno pudiese hablar con su pareja de todo esto. Construir desde la incomodidad. 

En India no creen en el amor a mi primera vista. Allá los matrimonios son arreglados. Un astrólogo se encarga de comparar las cartas natales de dos personas y si hay correspondencia, se forma la pareja. Si los astros no coinciden, se busca un nuevo candidato. También está la dote de por medio, pero ese es otro tema. En fin, en India justifican la tasa bajísima de divorcios afirmando que las parejas no se separan, ya que astrológicamente están unidas. Qué loco debe ser irte a dormir con alguien que conociste el día de tu casamiento. A eso súmale que, a la fuerza o naturalmente, te tenés que enamorar y tener hijos. En Occidente entendemos las relaciones de pareja como algo distinto. Y sobre eso he escrito. Sobre la necesidad de crecimiento y de espacio individual en una relación. Sobre la mentira de la media naranja. Nadie necesita de nadie. No es necesidad lo que hay ahí. En todo caso es deseo e intereses. Ganas de pensar la completitud desde otro lado, pero no desde la necesidad.
Una relación de pareja es compañerismo. Es mirar al otro, es entrega, escucha y comprensión. Amor es independencia. Es amar, pero también es amarse. Las relaciones deben crecer. Tienen que quedarnos chicos para comenzar a agrandarse, como nosotros, que fuimos creciendo.
Amar también es entender el paso del tiempo. El cuerpo cambia, la belleza cambia, los gustos cambian. Tampoco la pasión va a ser la misma. Una pareja crece en la medida que hable de lo que pase. Que sea sincera. El amor puede ser vicioso. Los celos son hirientes y coartan toda posibilidad de crecimiento y de disfrute. Las relaciones pueden teñirse de violencia. Los mandatos preestablecidos nos pueden empujar al abismo. Y si eso ocurre, los únicos que perdemos somos nosotros mismos. Amor no es dependencia emocional. No es lucha ni sufrimiento. Tampoco es aislamiento.
Libertad. Eso debe ser el amor. Pero socialmente se entiende el amor como cárcel y esclavitud ¿Sos consciente de los valores que esas afirmaciones transmiten? Me molesta vivir entre tantos estereotipos. El hombre pirata, la mujer sumisa, todo está clasificado.

En fin, supongo que amar es… Una relación de pareja es… Creo que es una eterna búsqueda. Por suerte no hay fórmulas, ni regaderas mágicas para que una relación crezca. Es ensayo y error. Es crear una identidad colectiva sin prohibiciones. Amor es ser libre. No sé si vamos a estar más años , pero sé que este tiempo no fue en vano. Como dice Poldy Bird, otra de mis heroínas adolescentes: “No importa lo que dure. Créeme que no importa. Un minuto, un año, un siglo. Pero mientras dure, que sea para siempre”.

martes, 1 de agosto de 2023

 Tenía un cartel de neón apuntando constantemente a su cabeza. Tenía la capacidad de hacer que todo lo que dijera sonara espectacular. Pero era todo bastante frágil. Creía que tener el pelo teñido de fucsia era ser libre, sin darse cuenta de que la libertad pasaba por otras cosas. Es todo demasiado frágil. La vida se convirtió en aquel reflejo que esperaba que el resto viera. Armó una imagen para salir a la calle, deseando con todas tus fuerzas que el mundo la comprara. Le interesaba más que la gente supiera que hacía determinadas cosas que el hecho de hacerlas. Pero, al final del día, era el reflejo del espejo el que le preguntaba: ¿nunca te sentiste totalmente deshauciada al saber que, sin público, tu actuación no tiene sentido? Caminaba por la cuerda floja en busca de la libertad, sin darse cuenta de que, mientras tanto, se perdía de ser libre.

martes, 10 de noviembre de 2020

El alma no conoce de minutos ni días, el alma se nutre con risas y alegrías. El alma no se preocupa por distanciamientos ni metros, el alma se desvive porque le susurren un cuento
¿Cuánto tiempo hemos pasado aislados del sentir de otro?. De esquivarnos las miradas mientras nos hacemos los locos. Una cuarentena llevaba en el alma, vacía de cuentos, llena de distancia.
Arte, le faltaba arte y sudor. Acercarse más a un dónde imaginario y dejarse ir . Dejarse envolver por los abrazos. Por las canciones y la improvisación 

  Por cada una de esas otras almas que me curan.

sábado, 29 de agosto de 2020

03/09

 Dicen que voy bien. 

Que me quede tranquila, porque seguramente, vos estarías orgulloso de mí. Que no me ponga mal. Que siga. Que vos me estás mirando y me estás manejando un poco los hilos desde allá arriba. Que estás disfrutando de mis pasos, que estarás aplaudiendo cada logro y felicitándome por cada escalón de subida. Vamos. Me alientan. Me ponen tu felicidad como bandera para que me sirva de guía. De faro. De estrella. Pero ellos, no te conocen. 

Diceneso, porque tienen miedo de que me pierda, cada vez que te busco porque necesito, que me encuentres. No saben, las veces que me viste triste, infeliz , fracasando y me dabas un beso en la frente y me decías , " te quiero ". No saben, que tu orgullo era la devoción con la que me mirabas cada cada vez que cruzabas la puerta. Y punto. No había más que eso. Punto. 

Orgullo? Quién piensa en orgullo? Ellos no saben, que tu amor no tiene nada que ver con el orgullo. Vos me querías, cuando más lo necesitaba, y eso, generalmente, pasaba cuando las cosas más me dolían y no, cuando mejor estaba. Te extraño. Y ellos tienen miedo que yo no pueda sonreír con pureza. Limpia de angustia. Llena de melancolía. 

No saben, que uno no elige dónde pega la herida. Y que además, sentir que me faltás, está bien. Está muy bien. Eso habla de todo lo que te tuve. De todo lo que diste. De todo lo que fuiste. Está muy bien que te extrañe. Yo no tengo miedo.Ni siquiera, puedo decir que estoy mal. Yo te extraño. Te necesito. Te pienso. 

Y quiero un abrazo. 

Y quiero tu mirada.

Y quiero tu beso en la frente.

Tocarte.

Y como esto no va a suceder, lloro. 

Y si. Claro que lloro. Es sólo una manera en que habla mí dolor. No es más que eso. Ellos me quieren consolar y yo no necesito un consuelo. No me hace falta. Al fin y al cabo, si hago un balance de todo esto que me pasa, yo creo que está muy bien.No tengo miedo.

Lo que tengo ,es amor adentro. Y está bien. Muy bien.



domingo, 9 de junio de 2019

  • Yo, machista.

    • Hay un capítulo de Sex and the city en el que una de las protagonistas se harta de sufrir acoso callejero por parte de un obrero. Entonces, al quinto grito de «tengo lo que querés», ella le responde que quiere sexo. El obrero, asombrado por lo directo de la respuesta, baja la voz. Le dice que se calme, que está casado, que sólo estaba bromeando. La trata de necesitada, y sigue trabajando.
       Creo que a todos, en algún momento, nos llega el clic. El golpe abrupto que te revela cómo funciona el mundo. Nos damos cuenta de que no todos tienen los mismos privilegios, no todos gozamos de las mismas garantías. De que nadie vale por sí mismo, y que el entorno puede determinar a dónde llegás en la vida, Luego del impacto inicial, te rebelás. Querés salir corriendo, con la mano en alto, para luchar por un mundo donde nadie sea discriminado, donde nadie sufra, donde nadie muera. Pero lo realmente desolador es darte cuenta de que no es necesario dejar de vivir para estar muerto. Es más fácil enfrascarse en las luchas enormes que dimensionar las cotidianidades manchadas. Porque, cuando te sentás a pensar en esos pequeños diarios, te das cuenta de que vos también estás muerto. Lejos de ser la solución, pasaste varios años de tu vida contribuyendo al problema. 
        Marchamos. Éramos muchas, y muchos. Al llegar a la Plaza , se escuchó el clásico grito de ni una muerta más, ni una mujer menos. Y ahí, refugiada entre la muchedumbre, lo entendí. Gritar para que no maten mujeres se convirtió en algo clásico porque no deja de pasar. ¿Te das cuenta de la cantidad de gente que murió, y de la que sufrió, sólo para que surgiera un movimiento que pide equidad? Creo que es más sencillo embanderarse en aquellas causas grandes, las que quizás no nos toquen tanto. Podemos gritar que no maten mujeres, o que hombres y mujeres cobren el mismo salario por hacer el mismo trabajo. Pero también tenemos que marchar para usar la ropa que queramos. ¿Te das cuenta de lo ridículo que se lee esto? Tenemos que escribir pancartas para pedir, por favor, que dejen de juzgarnos por cómo nos vestimos, por qué decimos, por cómo actuamos. Tenemos que organizarnos y cortar una avenida principal para poder acostarnos con quien queramos, estudiar lo que queramos, poder elegir no ser madres y aún así exigir respeto. 
       Después del alboroto, volvés a la normalidad. Como una tomada de pelo, como si la sociedad te dijera  «sí, sí, tuviste tu momento de brillar, volvé a hacer lo que se supone que tenés que hacer». Y volvés. Volvés a ver cómo los roles se asignan por genética y cómo te hacen creer que cada uno tiene un lugar del que no puede salir. Cómo a la mujer exitosa se le pregunta si quiere ser madre o quién la viste para los eventos empresariales. Cómo la mujer no puede manejar bien, no puede estudiar ciencias, no puede no cocinar. Cómo la mujer es fácil, ligera, la puta que se acostó con más de dos. 
      Pero el verdadero clic llega cuando te mirás al espejo y te das cuenta de que sos parte de ese te hacen creer: no sos un testigo, sos un cómplice. Vos también fuiste la que juzgó a la amiga de una amiga por irse del baile con un desconocido. Fuiste la que tergiversó alguna historia para culpar a la actual de tu ex por tu ruptura. Fuiste el que pensó que vestirse de forma provocativa era un justificativo para cualquier atrocidad, porque no podías creer que una mujer se vistiera sólo para sí misma, porque creías que era obvio que su único objetivo era llamar la atención. Fuiste el que pasó con un grupo de amigos por al lado de una gurisa y tiró un comentario al pasar sobre qué le harías o cómo la dejarías; o fuiste el que escuchó, sin hacer nada, cómo un amigo le gritaba a una extraña que qué buen lomo que tenía. Y en esa bicicleta, vas justificando pequeñeces, hasta que la acumulación se manifiesta de las formas más bajas posibles, hasta que se te hace un nudo en el estómago por leer que a una piba la violaron entre treinta hombres.
      Fuiste, pero podés no serlo.
      Porque luchar está al alcance de una palabra o de un acto. Porque cambiar el mundo se resume a que, un día, no tengamos que rogar que dejen de matar mujeres

Yo todavía no puedo escuchar "para que hubiera para almorzar y que tuviéramos en qué soñar" sin llorar y recordar en un segundo toda una vida de amor por encima de lo material, de sonrisas en los momentos más tristes y de abrazos de gol alrededor del continente. 
Tampoco puedo ver esta foto sin llorar. será que con dos meses de vida sabía que había que aferrarse con fuerza a ese hombre de hasta el día de hoy me abraza en sueños y me dice que todo va a estar bien. 
Hoy mi papá estuvo en mis sueños.
Me encerré, me hice bicho bolita. No aquería hablar ni juntarme con nadie. Abandoné las grapitamiel en el bar, las juntadas espontáneas, las redes sociales. Me borré de todos los mapas, me convertí en un abstracto. Es que mayo fue duro, viste. Tenía  el cumpleaños de la abuela, el cumpleaños de alguien más.  Fechas que ahora están vacías, que se veían borrosas en sus vísperas pero que se sintieron como puñales en el cerebro al llegar. Pasé todo el mes de casa al trabajo, del trabajo a casa, buscando rellenar la mente con rutina. El 20, el día del cumpleaños  llovió. Y me pasé el día entero convencida de que estábamos llorando, lloviendo, juntas. Todo era oscuro, todo era amargo, todo era silencio.
El 11 cumplí yo.Repunté, renací de mis propias cenizas. Ni siquiera sé si esta versión de mí misma es mejor que la anterior, o si tendría que serlo. Solo sé que, por ahora, la cabeza está afuera del pozo. Que asoma con mesura algún sol tibio entre tanta nube. Lo cierto es que nunca nada es en solitario. Tengo una familia rota pero hermosa, tengo hermanxs que me ha dado la vida, tengo el privilegio de contar con sostén psicológico. Tengo la posibilidad de crecer tanto a nivel laboral como académico. Pero, sobre todo, me tengo a mí. Entendiéndome, desarmada y malherida, queriéndome un montón. Hoy me quiero mucho, quizá mañana no tanto. Pero, justamente por eso, escribo esto hoy. Y elegí esta foto porque estoy echada pero con cara de canchera y eso me representa bastante.

miércoles, 9 de enero de 2019

Cuando te vas dando cuenta que arriba, está tan poblado como abajo, empezás a caminar entre dos mundos posibles. 
Y el Cielo se vuelve también tu Sol.
Y nadie, queda afuera de tu alma. 
Y los finales, son otros comienzos. 
Y la muerte, otro nacimiento. 

lunes, 20 de agosto de 2018

Para que un sueño se cumpla uno tiene que despertarse primero. Y es así. No es un modo de decir. Si uno queda soñando en lo soñado, las probabilidades de que sucedan están todas muertas.
Hace un tiempo,  me hice el listado de mis deseos. De mis logros por lograr. De mis metas por cumplir. De mis voces por decir. Y entonces empecé a caminar para ese lado. El de mi latido. El que te impulsa la sonrisa y disfruta la renuncia de la comodidad incómoda y lascerante que te convierte en un fantasma de tu esencia.  El momento es en este momento. Ahora.  Agarra un cuaderno . Lápices de todos los colores. Resaltadores. Regla y goma. Anotá.  Despertate . Despertate ahora. Ya. Hacé lo que sentís hacer y ya tenés la respuesta en la mesa. Sí. Te fué bien. Te fué perfecto. Porque el único sondeo que resiste análisis es el que te dice que mientras lo hiciste te fuiste fiel a vos mismo. Honesto. Fuiste tú propia esencia. Tu alma pateando la causalidad de lo que te fue llevando a perderte en una vida que no es el reflejo de tu mirada. Anímate de una vez. Despertá.
Ya vas a tener mucho tiempo para dormir en paz. Ahora es momento de armar flor de estruendo. Tu mundo interno te está esperando. Prendé la luz.
Sé tú corazón.

martes, 24 de julio de 2018

En el foco del dolor, uno aprende lo que no sabía que tenía.
El amor que tuvo y todo el que le hizo falta, nos abre la puerta de una patada en la cabeza.
Y uno se encuentra ahí, tan chiquito y vulnerable como un recién nacido, necesitando de las personas que más nos aman y que nos trajeron al mundo. Uno se hace padre y madre de sí mismo porque necesita de lo que conoce pero que hace rato, quizás, ya no existe.
Y se abraza solo. Y necesita acunarse a si mismo mientras gotea por los ojos. Y se pasa el dedo en los ojitos antes de dormir. Y se tararea, con nostalgia, la última canción del día que aún recuerda en su memoria.
En el medio del dolor uno necesita amor. No sólo eso. Uno se vuelve amor y es ahí cuando comprende todo. Pero ser nuestros padres no nos alcanza,  entonces probamos siendo nuestros propios hijos. Pidiendo la comida en la boca. Buscando la mantita que nos acompañe en la noche y, por sobre todas las cosas, uno vuelve a elegir otra vez quién quiere que lo cuide.
Rotos nos volvemos selectivos. No cualquiera da igual. Sabemos lo que necesitamos. Se terminaron los reemplazos momentáneos.
Hay que estar bien roto para saber volver a la fuente y recordar que un sólo amor cura las heridas. El incondicional. El honesto. El de la entrega. Mamá. Papá. El nuestro.
Todo lo demás se esfuma. Se pierde. Se tira. Se devuelve. No se lo elige nunca más. Uno quiere lo cierto. La posta. La verdad. Y sabe, porque siempre lo supo,  que una sola cosa salva, sana y cura.
Por eso, romperse se vuelve un privilegio de pocos. Necesario para recuperar la memoria y armarse desde adentro.
No se trata de resurgir. No es resucitar. Es tan hondo como volver al latido del nido original. Es regresar al principio de todas las cosas.
La vida.